(Por Lola López) Valen hasta 4 veces más que un pollo común así que apuntan a un consumidor altamente comprometido con su salud y con el ambiente. El sabor también es distinto.
Ayer se realizó en Carlos Keen (Partido de Luján, a 70 km de CABA) la presentación de la primera granja de pollos con certificación orgánica y de simpático nombre: Cocorokeen.
El emprendimiento arranca con dos líneas de producto: pollos pastoriles (no orgánicos) y pollos con certificación orgánica. “Los pastoriles nos sirven para impulsar y sostener el negocio, aunque a largo plazo la idea es ser una granja exclusivamente orgánica”, explica su propietario, Darío Ortiz. “Cabe destacar que ambos tipos de pollos pastorean por el campo y gozan de bienestar animal”.
Y para comprender mejor la situación, nada como los números del negocio: la producción de pollos pastoriles es de 1.500 por semana, mientras que la de orgánicos es de 4.800 cada dos meses. Cocorokeen planea estar en el mercado en febrero de 2020 y le venderá a distribuidores, no al consumidor final.
Con respecto a los precios de venta, Ortiz prefiere referirse a ´relaciones de valores´: “No hablo de precios porque el 80% de lo que come un pollo es en dólares debido a que se maneja con un valor de mercado internacional”, expresa. “Pero para entender las distancias, si un pollo común vale 1 peso, el pastoril vale 2,5 y el orgánico 4”.
El motivo de esta diferencia es que el pollo orgánico consume el doble de alimento (se cría durante 81 días mientras que el pastoril solo requiere 55) y ese alimento cuesta un 50% más que el común. Por este motivo Ortiz apunta a un nicho de mercado y hace hincapié en que es necesario informar y educar al consumidor para que comprenda de qué se habla cuando se trata de un pollo orgánico y por qué vale lo que vale.
“Apenas tuvimos conocimiento de la idea no dudamos en apoyarla”, dice con énfasis Corino Griffini, director de Gestión Ambiental de la Municipalidad de Luján, “porque este es el tipo de emprendimiento que queremos: distinto, productivo, que cuide el ambiente y que sea económicamente viable”.
En cuanto a lo palativo, también hay una diferencia en el pollo orgánico de Cocorokeen cuya genética es de crecimiento lento: la carne resulta más magra, más sabrosa y con mayor consistencia al morderla. Además que, al estar libre de antibióticos y agroquímicos, garantiza ser un producto saludable.
Ante la pregunta de por qué ponerse a producir pollos orgánicos (que implica un mayor riesgo y desafío), Ortiz explica: “En parte como idea de negocio, pero sobre todo porque a mí no me gustaría que viniera alguien y pusiera una granja convencional de pollos (genera mal olor) cerca de mi casa, así que es una forma de cuidar la relación con mis vecinos… en fin, es simple: no hacer lo que a uno no le gusta que le hagan”.